sábado, 5 de abril de 2014

Aclárate y aclárame

Y dime rey,
si mientras te decidías a seducirme
ya tenías claro que ibas a hacer
de lo que podría haber sido nuestro castillo
las ruinas en las cuales mi corazón
se pierde buscándote.

O si es solamente una mala costumbre,
enredarme en el vaivén de tus ideas,
en tus idas y venidas y tu manía
de volver a enamorarme
al ver que ya no me tenías.

Aclárate y aclárame
como las acuarelas
que pintan mi sonrisa
si te tengo cerca.

O el temblar del agua
cuando toco la superficie,
de tu cuerpo digo
y cuando este se roza conmigo.

Provocas tempestades,
naufragios,
oleajes,
como sí quisieras hundir todos mis barcos
para volverme una sirena.
Tu sirena.

A veces te adelantas,
y me hundes también,
ahogándome en la orilla de tus besos,
dejándome sin aliento.

Cobarde que niega su amor,
ante el canto de su sirena,
pirata aparenta ser
sin saber usar su espada,
sin apreciar sus tesoros
sin tener si quiera un loro,

sin saber apreciar
la belleza con sus ojos.
Sin querer arriesgar,
pues dice que el tiempo es oro
pero que sabrá él del tiempo
si su sirena dorada,
cansada,
angustiada,
decide darle la espalda.

Te convenciste y me convenciste
de qué navegar sería imposible
con una sirena en el barco.

Y dime rey de los mares,
si no hubiera sido precioso
despertar de lunes a lunes
con el canto de tu sirena.

Si no hubiera sido precioso
perder el miedo al amor
y así dejar de estar sólo.


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